martes, 25 de agosto de 2009

País sin razón, país descerebrado


Por Esteban Peicovich (*) | 23.08.2009 | 18:26
Este chiste no va más. Aquí no pasa nada. Ninguno cede. La política es lo contrario del amor. Los políticos se relojean, se espían, se eluden, se joden. Son lo contrario del poema a los amantes de Girondo. No pueden con el peso de sus roles porque salen de un repollo, de una lista sábana, del guiño de un jefe. Aquí hay que votar poetas y músicos y pintores. Un artista se mete de cabeza, entrega el corazón y va a los bifes. Un político es ave de paso. Juega al mus. Se escabulle por el jardín de las promesas que se bifurcan. No sabe donde tomar el subte que va a la Realidad. La realidad es sueca, alemana y hasta tal vez a veces sea chilena. Pero aquí juega a las escondidas o nos viene de contramano. Puede que estemos dedicados a las cosas. Pero las vemos con el ojo torcido. Ortega se engañó. Lo nuestro, consustancial, es andar imaginando aquello que podría pasar si acaso algo pasara. Aquí se miente, se esconde, se informa al revés. Son inválidas las estadísticas, los porcentuales, las cifras. El entero país quedó encogido por torpezas mil. De séptimo del mundo que llegó a ser hoy es signo de interrogación clavado en el mapa. Da de pensar a los de afuera y de llorar a los de adentro. País sin razón, país descerebrado. País sin piedad, país sin país. La desesperación es modo de vida. No hay tiempo para pensar en el hijo, en la noche, en el alma. Se va entero en dedicarlo a temer a dónde carajo va esto. Falencia, inconciencia y violencia empujan al barco contra las rocas. El Kapitán está chapita. La tripulación deja que salten los tapones. Los pasajeros ya no creen ni en los botes salvavidas. Es el país de la chaveta perdida. Con cifras de pobres que abultan día a día. Con producción y consumo que baja en tobogán. Con desórdenes sociales que suspenden el juicio.
En Villa Celina, fanáticos de la banda Callejeros celebraron sentencias sobre un drama que dejo 200 muertos y 1.300 heridos. En la Villa 31 un grupo de chicos apedrearon a gusto durante dos horas a cien prefectos vestidos como en la Guerra de las Galaxias que resistían tras las vallas armados con aerosoles de gas con pimienta. En el Congreso chacareros alzados pujaron con la guardia de infantería hasta tumbar las barreras metálicas de contención. Crece la inseguridad y nadie atiende sus causas. La gente no muere por falta de ingresos. Muere por no tener acceso a los recursos. Pero el gobierno no actúa. Deja hacer a la droga, a la corrupción, a la mentira. Apela a la engañifa. Como Onganía (1968) y Videla (1978), Kirchner (2009) recurre a la táctica de adormilar con fútbol. “Pasó lo que pasó porque fuimos gobernados por atorrantes e irresponsables” vocifera K. a menudo. Ajá. Pero ¿Qué hacía él junto a ellos durante los 90? ¿No dijo por entonces que Menem era el mejor presidente? ¿No dijo Cavallo que K. era el mejor alumno del Modelo? Aníbal Fdez. su hoy ministro cara de piedra parlante llegó a vanagloriarse inimputable. “Soy peronista visceral. Voté Menem 89 y 95. Soy duhaldista portador sano. Soy kirchnerista pues él encarna el magisterio de Perón”. Su actual ídolo, ignorante de los resultados electorales del 28 de junio, trama y dispara frases a cómo salgan. Olvida que hace tres años, rojo de ira, hizo la gran Robespierre en un palco: “Si no solucionamos la indigencia que hay en el país, la guillotina francesa no será nada”. Aunque enseguida (tal vez por la advertencia de un temor oculto) licuó tanto compromiso con la frase más chantuna de los 90: “Yo no los voy a traicionar”. ¿No?.
(Itala Montesino)